Solo los locos se enamoran by Kristan Higgins

Solo los locos se enamoran by Kristan Higgins

autor:Kristan Higgins [Higgins, Kristan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 17

Llamé al doctor Bala a primera hora del día siguiente y me ofrecí a hacer el turno de mañana. Él aceptó, me advirtió que la máquina de electrocardiograma funcionaba mal y colgó.

El ambulatorio estaba a rebosar. Quemaduras solares con ampollas en la calva de un hombre de mediana edad; picadura de medusa en un niño de diez años; la clásica urticaria por hiedra venenosa consecuencia de una despedida de soltero; una madre que se había pillado el dedo con la puerta del coche. Era bueno estar ocupada. Le hice una radiografía al dedo de la mujer, lo entablillé y admiré el buen comportamiento de su hija de siete años. La picadura de medusa no supuso ningún problema, solo picaba un poco, así que le di a la madre del niño una crema con cortisona. Prednisona para el soltero resacoso y un poco de crema con lidocaína para el hombre quemado, así como la recomendación de ponerse un sombrero.

Las cosas se calmaron por la tarde, así que llamé a algunos pacientes para ver cómo estaban y rellené algunos papeles antes de cerrar. Los sábados el ambulatorio cerraba a las cinco. Hacía un día precioso, limpio y despejado tras la lluvia del día anterior, y la carretera 6 estaba atestada de turistas. Llegué a casa y me puse la ropa de correr. Digger miraba fijamente mis playeras y movía el rabo como un loco. Sabía lo que significaban las playeras. Me puse una camiseta de manga corta con la leyenda: Libera tu yo interior, y salí a correr para despejarme.

Ya era una corredora experimentada y no tenía que pararme cada treinta metros para vomitar, resollar o derrumbarme. Cierto, nunca sería una atleta, y mis pasos eran cortos y lentos, pero había llegado a disfrutar corriendo, con el aire fresco y mi perro corriendo a mi lado. Aquel día la brisa corría sobre mi cabeza y el sol brillaba con fuerza. A lo lejos oía el murmullo de la playa mientras corría, los gritos de las gaviotas y de los niños, que se mezclaban con el rumor de las olas.

Ahora que no tenía distracciones, di rienda suelta a mis pensamientos sobre Joe, que había mantenido guardados bajo llave durante las últimas doce horas. ¿Qué iba a hacer la próxima vez que nos viéramos? ¿Fingir que no había ocurrido nada? Eso sería duro. Yo lo amaba, por el amor de Dios. Había invertido mucho tiempo, dinero y esfuerzo en conseguir que se fijara en mí. ¡Y lo había hecho! ¿Qué diablos había salido mal?

Terminé de correr y entré en casa sudorosa y molesta. Me senté en el salón, ni siquiera me sentía motivada para ducharme. Katie estaría trabajando. Curtis ya me había soportado bastante la noche anterior. Tal vez debiera ir a casa de mis padres… pero entonces mi madre querría saber cómo había ido la cena, y tendría que contarle que me habían dado plantón. Quizá pudiera ir a Boston a ver a Janette. No. Había demasiado tráfico y me faltaba energía. Obviamente necesitaba más amigos.



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